martes, 24 de enero de 2012

SAN LORENZO DI TORINO DEL GUARINI


¿Cómo se puede explicar la arquitectura, 
su razón, sentimiento y transcendencia,
con palabras, con datos en un libro 
que dan la información, nunca la esencia?;
se podrá describir, contar anécdotas,
chascarrillos, ciertas curiosidades
que siempre quedan por fuera del meollo;
ante el arte: silencio y reverencia.

Yo aquí completo el dato irrelevante 
que puede consultarse en cualquier guía 
adquirida a la entrada en San Lorenzo
con impresión emocional estética 
para aquellos que aún no lo conozcan
y en persona se animen a ir a verlo.

Fue su autor el Guarino Guarini,
un monje teatino, cantó misa 
ante la corte cuando la inauguraron; 
un extraño placer para arquitectos 
(que yo aún no lo he vivido, lo confieso). 

La fecha del encargo: mil seiscientos
sesenta y seis (por cierto un año clave: 
gran incendio de Londres, nace infante 
Vittorio Amedeo II de Savoya…);
la disculpa: ganar a los franceses 
en San Quintín el día de San Lorenzo;
aquí en España por las mismas razones 
se erigió el Escorial (con más dinero).

Detrás de una fachada que es anónima 
uno traspasa umbral del cortavientos 
y es de inmediato tomado por los aires 
como un juguete de abajo para arriba 

… y sacudido de un lado para otro 
zarandeado en músicas magníficas
por secuencias de curva y contracurva, 
en partitura de leyes matemáticas…

de formas que se niegan y se afirman 
y vuelven a negarse en anti-formas 
con la luz que se filtra y que se oculta
entre mórbidos paños de la elipse. 

Todas las fuerzas dan una resultante 
en espiral ascensional que lleva 
hacia monstruos que aguardan en la cúpula 
de ojos y bocas trazados en polígonos.


Un viaje hacia la luz, una "heliomaquia"
desde los fondos inmersos entre sombras 
hasta lo alto escalando "axis mundi"
donde ángeles esperan…¿o demonios?.

Exaltación de construcción geométrica 
la del octógono arábico y siniestro 
de atlantes sosteniendo una linterna 
de escape a otras esferas: ¿cielo?, ¿infierno?. 

Y de nuevo vense abajo rechazados 
hacia vientres preñados de serlianas 
que dan a luz en el tambor de cúpula; 
queda en penumbra el cuerpo de la nave… 

con óculos ornados de festones,
quebrada entablatura del perímetro,
capiteles corintios de columnas
con los soberbios fustes estriados…

arcángeles que posan en cornisas, 
mandorla con Madonna con bambino, 
balcones interiores: balaustres, 
mármoles por el flanco en tarareas…

capillas laterales que son cóncavas 
—como en cavernas— con ábside en bocina; 
un órgano dorado silencioso, 
bajo el cuadro del Santo en llama viva…

el cupulín trasunto a la gran cúpula 
realizado en planta de un hexágono:
estrellas de seis puntas en sofitos, 
sellos de Salomón, … sabiduría.

Todo como una droga o una fiebre
en "horror vacui" que afirma su existencia  
y nos transporta en un viaje iniciático 
donde se crean mundos y aniquilan. 

¿Mas qué aprovecha todo lo que va dicho?:
no conocemos ni un ápice de la obra;
es como describir el "amaretto"
que sabe a nada hasta que no se gusta.

Tampoco es suficiente mera imagen:
no dan la talla aquí fotografías; 
esto tiene de malo arquitectura 
que hay que ir allí a "perder" una mañana.

Espero sólo por medio de estas líneas 
haberles despertado el apetito; 
olvídense de gastos y molestias
y hagan el viaje, que aunque cueste, 
lo bello en realidad no tiene precio.





© albertotrocóniz / 12
de: "CRÍTICA ARQUITECTÓNICA"
Imagen: cúpula de S. Lorenzo de Turín. 
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