domingo, 21 de diciembre de 2014

MUÑECO DE NIEVE

Érase que se era una lejana aldea
donde unos niños, hace ya mucho tiempo, 
jugando por el bosque con la nieve
se hicieron un muñeco muy bonito:

una gran bola le dieron como cuerpo
más otra encima a modo de cabeza
que remataron con un sombrero viejo
abandonado quizás de un vagabundo;
como ojos dos castañas, como manos
dos ramas secas que a los lados pusieron
una larga y encarnada zanahoria
a modo de nariz le colocaron.

Jugaban a tirarse entre ellos bolas
pues disputábanse cuál de entre los dos bandos
merecía tener al hombrecillo
como trofeo, mascota y aliado;
él fascinado entre tanto alboroto,
contemplaba silente e intrigado.

Luego se fueron y allí se quedó solo
en la espesura bañada por la luna
debajo de una helada (a él confortable),
pero muy triste al irse los chiquillos.

Como estaban ya cerca Navidades
se figuró que con las vacaciones
volverían seguramente al bosque
para jugar de nuevo con la nieve.

De amanecida los pájaros venían
a posarse sobre sus dedos-ramas;
le hacían compañía twitteándole
todos los chismes que oían por la aldea;
sí, era de hielo y no podía moverse
pero tenía un corazón muy cálido
y preguntaba por aquellos amigos:
lo que hacían, sus estudios, sus juegos…

Allá en la aldea había un gran bullicio:
las gentes preparaban esas fiestas,
ponían las luces y multitud de adornos,
iban de compras, cantaban villancicos

Con el viento llegaban los sonidos
a los oídos de nieve del muñeco 
y también le alcanzaba en zanahoria
olorcillos a viandas de convites.

Mas los niños no venían de momento;
probablemente ayudaban en casa
a montar el belén, poner el árbol,
que ya se sabe que es muy entretenido.

Con estos pensamientos consolaba
el monigote al verse solitario;
un pajarillo que de esto se dio cuenta
trató entonces de animar a su amigo
y le contó haber oído a esos trastos
que pensaban volver al bosque pronto
con una pipa que habían encontrado
en el desván en un baúl del abuelo.

¡Cuánta ilusión le hacía la cachimba
y sobre todo el ver a los pequeños!,
mas pasaron las fiestas y los días
—que cada vez mostrábanse más largos—
y con ellos su chispa de esperanza.

El frío de ese invierno daba paso
paulatino a jornadas calurosas:
ya empezaban hielos a derretirse
por picachos nevados de los riscos.

El muñeco sintió que poco a poco
su corpachón comenzaba a fundirse;
menos mal que las noches eran aún frías
y el desastre podía contenerse;
mas al cabo ya no pudo evitarse:
desmoronose la nieve derretida
y fuese al suelo nariz de zanahoria,
ojos castaños, el sombrero de copa…

Su materia era ya sólo un charco
cuyas aguas fueron a unirse a otras
procedentes de cumbres en deshielo
buscando por regatos torrenteras
y esos torrentes juntábanse a riachuelos
dando en ríos viajando hacia los mares
y desde ellos a inmensidad de océanos:
disuelta cualquier pizca, ya sólo agua.

Movida por los soles y los vientos
la superficie daba en formas mutantes
que como olas arribaban a playas,
o si en vapores subían hasta el cielo
juntando nubes que emprendían retornos
de avatares prolijos en el viaje,
cerniéndose por lo alto de los montes
y cayendo a la tierra como lluvia
o en estrellas de hielo como nieve
depositábanse otra vez sobre los campos
revistiendo de un manto blanco el bosque
donde anidaba otro año el pajarillo.

Se preguntaba qué sería de su amigo
añorante de esa amistad sincera
que recordaba al ver el color blanco,
pues la enorme pureza en el paisaje
rememoraba aquella en hombrecillo;
como vestigio allí sólo quedaba
tirado por el suelo y arrumbado,
un sombrero de copa muy antiguo
por el que habían pasado los inviernos.

"¡Qué genial!" dijeron unos niños
al encontrarlo jugando en Navidades;
"¡juntemos nieve, veréis qué divertido,
formemos bolas y hagamos un muñeco!".

Con una grande moldearon el cuerpo,
otra mediana fue para la cabeza
donde incrustaron nariz de zanahoria,
castañas de ojos, el sombrero de copa
y en su boca formada por un plátano
¿sabéis lo que pusieron? … una pipa
que el año anterior habían encontrado
en el desván en el baúl del abuelo.

¡Qué esplendorosa lucía la cachimba
en su enorme sonrisa renacida!.



© albertotrocóniz / 14
Texto: de “POEMAS DEL GOZO Y DE LA SOMBRA”
Imagen: de “DIBUJO Y PINTURA”


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