miércoles, 20 de enero de 2016

ESPEJO DE ESTADISTAS: CINCINNATO

Cuando hoy vemos políticos al uso
—gentecilla, por no decir gentuza—
actuando como espurios gobernantes
aferrándose al poder cual fuesen lapas
interponiendo intereses de su ego
frente a aquellos necesarios a la patria,
nos viene inevitable a la cabeza 
la memoria del probo Cincinnato.

República Romana siglo quinto (a.C.)
un general retirado de prestigio
por nombre Lucio Quinctius Cincinnatus
vive en sus fincas a la orilla del Tiber
de modo humilde y allí labra la tierra
con él guiando el arado tras los bueyes.

Cierto día en lontananza hay polvareda;
unos jinetes se acercan a buscarle,
son unos mensajeros del Senado
para rogarle que salve a la República
que invadida por Euscos y por Volscos
destrozando sus defensas la han cercado,
siendo enemigo muy superior en número.

Dejando los aperos de labranza
se despide de su mujer e hijos
y no del todo sin cierta reticencia
por un antiguo maltrato a su familia 
vuelve a desempolvar el uniforme
para asumir el mando del ejército.

En un par de semanas consiguiese,
allí donde otros habían fracasado,
reorganizar las tropas para luego
vencer completamente al enemigo.

Fue agasajado con todos los honores
por el pueblo de Roma y aclamado
las manos en saludo levantadas
con los gritos de ¡Ave y Salve Cincinnatus!
y el deseo expresado por "vox populi"
fuese su gobernante vitalicio.

Mas él no quiso aceptar ningún cargo;
declinó honores, poderes y riquezas
y volvió a retirarse hacia sus campos
a llevar vida austera y apartada 
donde él mismo araba con sus bueyes.

Al cabo un cierto tiempo repitiose
requerimiento urgido por Senado
de que volviese a Roma y abortase
tentativa populista amenazante
de libertades y derechos ciudadanos
promovida por cierto demagogo
(llamado a la sazón Espurio Manlio).

De mala gana pues era ya muy viejo,
—por entonces tenía ochenta años—
volvió aceptar encargo tras los ruegos
de salvar a la patria del apuro
que amenazaba a las raíces del sistema,
y en que le daban también poderes máximos.

Tomó las riendas en la crisis política,
citó al rebelde a que se presentase
y con inteligencia y eficacia
solucionó en breve plazo el tema:
le cortó ante todos la cabeza
que exhibiese asida por coleta
repartiendo sus bienes entre el pueblo
(asombrado de que tantos tuviese).

Aclamado por doquier por esa plebe
gritando entusiasmada enfebrecida
"¡el mejor gobernante es Cincinnato!",
le pedían que ya no los dejase.

Volvió otra vez a rechazar honores
y no aceptó la oferta del Senado
de convertirse en dictador perpetuo
retirándose de nuevo a sus trabajos
a él mismo hendir arado tras la yunta.

Así acabo sus días el gran hombre
alejado del poder y la gloria
dedicado a su campo y su familia;
con sus virtudes de austero patriotismo
él sembró no sólo por las tierras,
sino por siglos para generaciones,
el modelo de político íntegro
estableciendo así un desideratum.

Necesitamos que cunda tal ejemplo:
¡no más Espurios y abunden Cincinnatos!





© albertotrocóniz / 16
Texto: de “LA TORRE DEL HOMENAJE”
Imagen: “Monumento a Cincinnato en Cincinnati”
de “FOTOFILTRADA”


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